el control del comercio.
A partir de 1765, la Corona Española puso en marcha una serie de medidas que libraron paulatinamente las estrictas reglas que regían el comercio entre la metrópoli y sus colonias. Dicha apertura fue impulsada en buena medida por el trauma que significó la guerra de los Siete Años (de 1756 a 1763) y es conocida como "liberdad de comercio".
Esta "libertad de comercio" en realidad fue limitada ya que las relaciones comerciales siguieron siendo exclusivamente entre España y sus colonias, y no con otras regiones. Sin embargo, se superaron algunas limitaciones. Así, Cádiz perdió el monopolio de puerto único al permitirse la apertura de otros puertos peninsulares. También se modificó el cobro fiscal, que anteriormente había implicado una gran variedad de obligaciones, se restringió un impuesto de 3% ad valorem para los productos españoles y de 7% para la mercancía extranjera, salvo los objetos no sujetos a medición cúbica, que continuaron pagando los derechos establecido.
En 1774 se autorizó que la Nueva España comerciara con Guatemala, Nueva Granada y Perú, veremos cómo la compañía comercial de Garviso y Oteyza aprovechó esta situación para comerciar con Guatemala, por vía marítima.
El comercio con España seguía siendo vía Cádiz y por medio del sistema de flotas. En la práctica, la última flota arribó a la Nueva España en 1776. Posteriormente, el comercio ultramarino vía Cádiz se pudo realizar sólo por medio de buques aislados o de navíos de azogue, debido a que España apoyó a Francia en la guerra en contra de Gran Bretaña, por la independencia de las colonias norteamericanas (1779 a 1783).
Los navíos de azogue y de registro que salían de Cádiz a Veracruz requerían de permisos por parte de la Corona hasta 1789, momento en que la Nueva España quedó incorporada al comercio libre, lo que le permitió comerciar libremente con los diversos puertos recién abiertos en la metrópoli, así como con los de territorios americanos.
Esta "libertad de comercio" en realidad fue limitada ya que las relaciones comerciales siguieron siendo exclusivamente entre España y sus colonias, y no con otras regiones. Sin embargo, se superaron algunas limitaciones. Así, Cádiz perdió el monopolio de puerto único al permitirse la apertura de otros puertos peninsulares. También se modificó el cobro fiscal, que anteriormente había implicado una gran variedad de obligaciones, se restringió un impuesto de 3% ad valorem para los productos españoles y de 7% para la mercancía extranjera, salvo los objetos no sujetos a medición cúbica, que continuaron pagando los derechos establecido.
En 1774 se autorizó que la Nueva España comerciara con Guatemala, Nueva Granada y Perú, veremos cómo la compañía comercial de Garviso y Oteyza aprovechó esta situación para comerciar con Guatemala, por vía marítima.
El comercio con España seguía siendo vía Cádiz y por medio del sistema de flotas. En la práctica, la última flota arribó a la Nueva España en 1776. Posteriormente, el comercio ultramarino vía Cádiz se pudo realizar sólo por medio de buques aislados o de navíos de azogue, debido a que España apoyó a Francia en la guerra en contra de Gran Bretaña, por la independencia de las colonias norteamericanas (1779 a 1783).
Los navíos de azogue y de registro que salían de Cádiz a Veracruz requerían de permisos por parte de la Corona hasta 1789, momento en que la Nueva España quedó incorporada al comercio libre, lo que le permitió comerciar libremente con los diversos puertos recién abiertos en la metrópoli, así como con los de territorios americanos.