La llegada de los conquistadores.
El Reino de Castilla compite con Portugal, pero empezando sus exploraciones del Atlántico con retraso respecto a los lusos: hasta finales del siglo XV los exploradores castellanos no entrarían en competencia directa con sus vecinos peninsulares aunque su presencia comercial y pirática era activa en las aguas atlánticas. El primer enfrentamiento fue por las Islas Canarias, que fueron confirmadas como posesión castellana en el Tratado de Alcáçovas e incorporadas en su totalidad tras largas campañas contra los indígenas insulares entre 1478 y 1496.
Por otro lado, los recursos castellanos estaban dedicados al esfuerzo bélico contra el reino de Granada en la península. Una vez terminada la Reconquista, los Reyes Católicos pudieron dedicarse a la búsqueda de nuevas colonias y rutas comerciales ultramarinas. En 1492 los monarcas deciden financiar la expedición de Cristóbal Colón con la esperanza de encontrar una ruta que llegase al Océano Índico navegando hacia el Oeste, buscando una alternativa a la ruta de las especias y cumpliendo con el Tratado de Alcaçovas, que reservaba a Portugal el camino por el sur de África.
Colón no llegó a Asia, sino que descubrió sin saberlo un Nuevo Mundo, el continente de América. En rigor el continente americano había sido descubierto por culturas asiáticas, varios milenos antes de la llegada de Colón, pero hasta ese momento, su existencia había permanecido desconocida por la mayor parte de las culturas asentadas en Europa, África y Asia. Conocido el nuevo camino al este del continente asiático (denominado por algunas etnias europeas como "las Indias"), la delimitación de las áreas de influencia de España y Portugal pasó a ser un asunto comprometido que acabó resolviéndose diplomáticamente con la firma de un nuevo tratado en Tordesillas, en 1494, que fijó el límite entre las dos potencias ibéricas. Los portugueses se otorgaron todo el territorio no europeo que se encontraba al Este de un meridiano que pasaba 370 leguas al Oeste de las islas de Cabo Verde. Esto ponía en sus manos África, Asia y la parte oriental de Sudamérica (el extremo de Brasil). Los castellanos se adjudicaron los territorios que se encontraban al occidente de ese meridiano –tierras prácticamente desconocidas hasta ese momento– principalmente la zona occidental del Continente Americano así como algunas islas del Océano Pacífico.
Al principio, Colón y otros exploradores españoles quedaron decepcionados por el resultado económico de sus descubrimientos. A diferencia de África o Asia, los habitantes de las islas del Caribe no poseían oro ni tenían bienes que los españoles consideraran de valor, aunque sí poseían gran cantidad de productos agrícolas desconocidos por el mal llamado Viejo Mundo, como el maíz, la mandioca, el algodón, el maní (cacahuete), la pimienta, la piña, la patata y el tabaco. Tiempo después, al explorar más el continente, los europeos fueron hallando nuevos productos y comenzaron a percatarse del valor comercial que los productos de las culturas americanas podían tener en los mercados de Europa, para competir con los bienes que portugueses e italianos llevaban desde Asia y África: a los productos ya mencionados se sumaron nuevas especias como la vainilla, el tomate, la patata, el cacao y su derivado el xokolatl o chocolate, la llamada pimienta de Jamaica, o la cochinilla, que da un apreciado tinte. Cuando el comercio con España de este insecto se volvió corriente, los piratas ingleses u holandeses, que buscaban principalmente oro, tiraban los cargamentos al mar, desconocedores de su valor comercial.
En el interior de América los españoles encontraron dos grandes imperios, el Azteca y el Inca que eran tan extensos y estaban tan o más poblados que los de Europa. Su conquista se vio facilitada por las alianzas que los conquistadores españoles establecieron con los pueblos sojuzgados por dichos imperios y por la catástrofe demográfica que sufrieron provocada por las enfermedades llevadas inconscientemente por los europeos. En otros casos, la resistencia de las culturas indígenas fue tan tenaz, que su conquista por parte de los europeos exigió largas guerras o se hizo imposible.
Ya en 1510, Vasco Núñez de Balboa fundó la primera ciudad permanente del continente americano: Santa María la Antigua del Darién. Él mismo se convertiría más tarde en el primer explorador europeo en divisar el Océano Pacífico.
Por otro lado, los recursos castellanos estaban dedicados al esfuerzo bélico contra el reino de Granada en la península. Una vez terminada la Reconquista, los Reyes Católicos pudieron dedicarse a la búsqueda de nuevas colonias y rutas comerciales ultramarinas. En 1492 los monarcas deciden financiar la expedición de Cristóbal Colón con la esperanza de encontrar una ruta que llegase al Océano Índico navegando hacia el Oeste, buscando una alternativa a la ruta de las especias y cumpliendo con el Tratado de Alcaçovas, que reservaba a Portugal el camino por el sur de África.
Colón no llegó a Asia, sino que descubrió sin saberlo un Nuevo Mundo, el continente de América. En rigor el continente americano había sido descubierto por culturas asiáticas, varios milenos antes de la llegada de Colón, pero hasta ese momento, su existencia había permanecido desconocida por la mayor parte de las culturas asentadas en Europa, África y Asia. Conocido el nuevo camino al este del continente asiático (denominado por algunas etnias europeas como "las Indias"), la delimitación de las áreas de influencia de España y Portugal pasó a ser un asunto comprometido que acabó resolviéndose diplomáticamente con la firma de un nuevo tratado en Tordesillas, en 1494, que fijó el límite entre las dos potencias ibéricas. Los portugueses se otorgaron todo el territorio no europeo que se encontraba al Este de un meridiano que pasaba 370 leguas al Oeste de las islas de Cabo Verde. Esto ponía en sus manos África, Asia y la parte oriental de Sudamérica (el extremo de Brasil). Los castellanos se adjudicaron los territorios que se encontraban al occidente de ese meridiano –tierras prácticamente desconocidas hasta ese momento– principalmente la zona occidental del Continente Americano así como algunas islas del Océano Pacífico.
Al principio, Colón y otros exploradores españoles quedaron decepcionados por el resultado económico de sus descubrimientos. A diferencia de África o Asia, los habitantes de las islas del Caribe no poseían oro ni tenían bienes que los españoles consideraran de valor, aunque sí poseían gran cantidad de productos agrícolas desconocidos por el mal llamado Viejo Mundo, como el maíz, la mandioca, el algodón, el maní (cacahuete), la pimienta, la piña, la patata y el tabaco. Tiempo después, al explorar más el continente, los europeos fueron hallando nuevos productos y comenzaron a percatarse del valor comercial que los productos de las culturas americanas podían tener en los mercados de Europa, para competir con los bienes que portugueses e italianos llevaban desde Asia y África: a los productos ya mencionados se sumaron nuevas especias como la vainilla, el tomate, la patata, el cacao y su derivado el xokolatl o chocolate, la llamada pimienta de Jamaica, o la cochinilla, que da un apreciado tinte. Cuando el comercio con España de este insecto se volvió corriente, los piratas ingleses u holandeses, que buscaban principalmente oro, tiraban los cargamentos al mar, desconocedores de su valor comercial.
En el interior de América los españoles encontraron dos grandes imperios, el Azteca y el Inca que eran tan extensos y estaban tan o más poblados que los de Europa. Su conquista se vio facilitada por las alianzas que los conquistadores españoles establecieron con los pueblos sojuzgados por dichos imperios y por la catástrofe demográfica que sufrieron provocada por las enfermedades llevadas inconscientemente por los europeos. En otros casos, la resistencia de las culturas indígenas fue tan tenaz, que su conquista por parte de los europeos exigió largas guerras o se hizo imposible.
Ya en 1510, Vasco Núñez de Balboa fundó la primera ciudad permanente del continente americano: Santa María la Antigua del Darién. Él mismo se convertiría más tarde en el primer explorador europeo en divisar el Océano Pacífico.