Los conventos, el arte plumario.
A finales del siglo XVI la primera etapa de evangelización llegaba a su fin. A partir de entonces la construcción de conventos se caracterizó por su magnificencia, tanto en su arquitectura como en su decoración. Estos conventos intentaban mostrar al mundo la grandeza e importancia de la Iglesia Católica y del virreinato.
Para su edificación y decoración los frailes contaron con numerosa mano de obra indígena dirigida por ellos mismos. La fachada e interiores de estas construcciones fueron decoradas con esculturas, relieves en piedra y pinturas murales que se usaban para reforzar las enseñanzas y dogmas (creencias) de la fe católica.
Durante los siglos XVI y XVII los conventos o monasterios continuaron siendo importantes centros de actividad religiosa, social y cultural, donde los frailes además organizaban talleres para que los indios aprendieran diferentes artes y oficios.
Uno de los recursos que más usaron los frailes para transmitir las ideas y dogmas de la religión, la historia de su congregación, la vida de los santos, etc., fueron los frescos y las pinturas murales, con los que se cubría gran parte de las paredes de los conventos e incluso los techos.
Se utilizaron principalmente los colores blanco y negro, así como otros de origen vegetal y mineral como el rojo y el añil, que los indios conocían bien por haberlos empleado en la pintura de los murales prehispánicos. Los temas de los frescos dependían del lugar donde se pintaban.
Los primeros frailes evangelizadores se dedicaron, con ayuda de los indígenas, a recuperar el pasado prehispánico, pues era importante para los religiosos conocer las tradiciones y costumbres nativas con el fin de erradicar sus antiguas creencias y poder evangelizarlos.
Esta labor fue una de las más importantes tareas de recuperación cultural e histórica, ya que, con el propósito de plasmar por escrito las lenguas indígenas, las aprendieron y las fijaron en caracteres latinos, es decir, las escribieron en su alfabeto tal y como ellos escuchaban las palabras, gracias a ello muchas lenguas indígenas se conservaron.
La imprenta, que había sido introducida en Nueva España en 1539, ayudó a que se publicaran y conocieran numerosos tratados sobre la cultura de los pueblos indígenas, en los que se enaltecía la belleza y riqueza natural del continente americano.
Para su edificación y decoración los frailes contaron con numerosa mano de obra indígena dirigida por ellos mismos. La fachada e interiores de estas construcciones fueron decoradas con esculturas, relieves en piedra y pinturas murales que se usaban para reforzar las enseñanzas y dogmas (creencias) de la fe católica.
Durante los siglos XVI y XVII los conventos o monasterios continuaron siendo importantes centros de actividad religiosa, social y cultural, donde los frailes además organizaban talleres para que los indios aprendieran diferentes artes y oficios.
Uno de los recursos que más usaron los frailes para transmitir las ideas y dogmas de la religión, la historia de su congregación, la vida de los santos, etc., fueron los frescos y las pinturas murales, con los que se cubría gran parte de las paredes de los conventos e incluso los techos.
Se utilizaron principalmente los colores blanco y negro, así como otros de origen vegetal y mineral como el rojo y el añil, que los indios conocían bien por haberlos empleado en la pintura de los murales prehispánicos. Los temas de los frescos dependían del lugar donde se pintaban.
Los primeros frailes evangelizadores se dedicaron, con ayuda de los indígenas, a recuperar el pasado prehispánico, pues era importante para los religiosos conocer las tradiciones y costumbres nativas con el fin de erradicar sus antiguas creencias y poder evangelizarlos.
Esta labor fue una de las más importantes tareas de recuperación cultural e histórica, ya que, con el propósito de plasmar por escrito las lenguas indígenas, las aprendieron y las fijaron en caracteres latinos, es decir, las escribieron en su alfabeto tal y como ellos escuchaban las palabras, gracias a ello muchas lenguas indígenas se conservaron.
La imprenta, que había sido introducida en Nueva España en 1539, ayudó a que se publicaran y conocieran numerosos tratados sobre la cultura de los pueblos indígenas, en los que se enaltecía la belleza y riqueza natural del continente americano.